miércoles, 17 de febrero de 2016

Godiva. O mis dos primeros días en Taishoen

Pues son la una y media aquí. Y no puedo dormir. Todavía no me he recuperado del viaje, supongo. Así que voy a intentar resumir estos dos intensos días que llevo en este lugar. Algo tengo que hacer.
El primer día fue sin duda el más duro. Esto no es una escuela, no es un hotel, no es un lugar de contemplación como imaginan los occidentales que es. Al menos para los que vienen aquí para aprender. O al menos de momento para mí. Solo ayer pude dar un paseo de diez minutos para ver los árboles, y eso porque llegue sobre las siete y veinte de la mañana, y solo estaba Taiga, el hijo de Oyakata, y Manuel, su aprendiz, trabajando ya. Manuel me dijo que ya que era tan pronto que me diera una vuelta antes de empezar a limpiar. 
Nada más llegar el primer día por la mañana Oyakata me hizo sentarme junto  a él y me dijo que lo primero que hacen al entrar los estudiantes es limpiar. Me pareció que me estaba probando, pero como ya iba advertido a este respecto pues le dije que para mí no era problema. Me dio una escoba estropeada con un palo de treinta centímetros y me asignó una zona para barrer. Todavía no sé porqué demonios no usan un palo más largo. Pero todas las escobas que tienen aquí son iguales. Este tan corto te obliga a barrer agachado todo el tiempo. Prefiero no saber el significado de esto, aunque lo sospecho. Lo más difícil es que está todo tan limpio que no sabes si barres o haces que barres. Solo encuentras algunas piedritas de vez en cuando que no hay que barrer sino devolverlas a los lados de los senderos, que están cubiertos de graba.
También me encargó rastrillar una zona de graba que está pegada al workshop donde trabajamos. This no good, me dice señalando unos montículos en la graba. 
Oyakata rondará los setenta años. Por las mañanas veo que se mueve con dificultad, pero se agacha a cribar la tierra de los trasplantes para separarla de las raíces y los pedazos de alambre. El primer obstáculo que tienes que superar aquí es conocer su carácter. No habla inglés, solo conoce un número importante de palabras en ingles, que usa para comunicarse con los estudiantes, mezcladas con el japonés. Así que entenderle de primeras es complicado, pero el problema es que si no le entiendes se pilla unos cabreos importantes. El primer día, después de trasplantar un arce, me disponía a dejarlo en su sito en la estantería. Él estaba en frente mirándome. Lo deje donde yo considere, pero me grito 'next to it!', así que lo centre un poco más para que quedara en la misma línea que los demás árboles. Pero me volvió a gritar 'next!' Y yo volví a moverlo un poco ya a lo tonto porque no sabía muy bien qué hacer. Noté como se iba enfadando, volvió a gritar 'NEXT!' Por fin entendí que se refería al próximo árbol que quería que trasplantara. 
Todos los compañeros que están aquí, dos argentinos, un chileno, y un checo, pasan diariamente por lo mismo. El maestro pide una herramienta y tiende la mano, como si fuera un cirujano. Tú tienes que apresurarte en darle la herramienta correcta aunque no sepas a cuál se refiere para que no te pegue un bufido. Javier, el chico argentino, es el que lleva más tiempo, y nos traduce a todos. 
Hoy ha pedido un lighter y ninguno le hemos entendido al principio. Para una vez que lo dice bien en inglés... Quería un mechero para pasarlo por cada una de las herramientas que habíamos utilizado trabajando unos Pinos enormes. Uno de ellos estaba enfermo, así que de esa manera evitamos contagiar a otro árbol.
Juan, mi profesor en España me aconsejó que si le llevaba un detalle, le llevará chocolates. Hasta ayer no vi oportunidad de entregárselos. Es curioso porque es diabético, pero le cambio la cara al jodio. Por las tardes nos suele traer algún dulce, alguno con un sabor digamos que extraño, pero desde que estoy aquí me lo como todo. Cuando se estaba comiendo los bombones que le traje, nos dijo que los estudiantes que van a taishoen deberían de llevarle chocolates godiva. Es la primera vez que le veo reír. El caso es que yo y Javier fuimos los únicos que entendimos el chiste. Los demás pensaban que era una palabra en japonés, Godiva. Por cierto, los que yo le traje no eran godiva.
Gracias Juan. Creo que este chiste para mí ha supuesto un antes y un después.

8 comentarios:

  1. Hola Pablo, mucho ánimo. Si todo el mundo que va recuerda con cariño la experiencia, será porque al final se le coge el gustillo y no se está tan mal allí. La adaptación debe ser dura, y eso que tu ya ibas informado, pero imagino que vivirlo no es lo mismo que te lo cuenten.
    Te animo a que sigas con tu diario, me ha parecido muy amena ( y bien escrita! ) la entrada.
    Un abrazo desde Madrid

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    1. Pues te aseguro que no, no es lo mismo. Vamos que esto no es para todos los públicos. Un saludo Daniel

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  2. Enhorabuena por estos primeros días.
    Estar lejos de casa, es una experiencia enriquecedora pero a la vez una experiencia dura. Pero tener la oportunidad de estar en Taisho-en creo que suple con creces lo duro de estar tan lejos.

    No dejes de contarnos tus aventuras en esta escuela.

    Un abrazo

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    1. Gracias Manuel. La pena es no tener nada similar en España. Aunque ya se están haciendo cositas. ..

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  3. Felicidades Pablo, te seguiremos atentamente

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  4. Muy buenas Pablo, me alegro mucho que dieras el paso, así que ánimo y a disfrutar y a aprender!!!!


    Eso si porfa cuentamos muchos detalles, ya sea por aquí o por Facebook!

    Un abrazo

    PD cuando vuelvas si quieres o puedes te llamo un ratito que tengo pendiente saber como va la cama.

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